El segundo largometraje de ficción de Abner Benaim es un drama urbano sobre la soledad y la violencia en un país desigual como Panamá. Fernando Xavier De Casta, el protagonista, no pudo ver el estreno: murió asesinado a balazos el 16 de junio a los 15 años.
Puede haber un millón de documentales, mil trillones de portadas con sangre y bala, ochoscientosmillones de páginas impresas firmadas por cientistas sociales sobre la violencia, quichicientos cuadros de estadísticas, mil protestas y doscientas mil noticias que muestren lo que pasa: en Panamá todos los días muere un joven asesinado. Pero cuando ocurre lo que ocurrió con Plaza Catedral, la realidad te pega con la potencia de un gancho a la mandíbula: el protagonista Fernando Xavier De Casta fue asesinado a tiros el 16 de junio de 2021, nueve meses después de filmar una película violenta y a cuatro meses de su estreno.
Fernando en vida era un poco como el protagonista que interpreta: un pelado con flow y desgarros forjados en la calle. Nació en El Chorrillo, creció en San Felipe y, antes de morir, vivía en Barraza escuchando reggae y delirando por los mariscos con mucho picante. En esos barrios donde en vez de bolas a los niños les ofrecen pistolas, era conocido por ser un delantero de fútbol letal, pintar y bailar danza contemporánea.

Fernando De Casta, el protagonista de la película Plaza Catedral.
“De todas las actividades Fernando participaba —dice su abuela, Cira de la Rosa Rodríguez, que habla como cantando—. Que si había congo, Fernando iba. Que si era pa dibujar, Fernando iba. Que si era de fútbol, Fernando iba. Y donde él iba, él encajaba por la gracia que él tenía”.
“Un colega tremendo, muy duro —escribió Ilse Salas, la actriz mexicana que compartió el protagónico con Fernando—. Brillante y gracioso, muy brillante y muy gracioso. Todas sus notas eran verdad”.
“Era un joven muy especial —dijo Benaim—. Su talento, su carisma, su inteligencia, su genuina sonrisa, conquistaban a todo el que lo conocía”.
Si no hubiera sido porque en 2018 lo eligieron entre 250 niños para el segundo largometraje de ficción de Benaim, no conoceríamos del flow, los gustos y los dolores de Fernando. Ni de su muerte. Sería uno más de los 486 asesinados durante el 2020, a pesar del confinamiento pandémico. Sería un número.
Tampoco sabríamos que había esquivado la muerte dos veces antes de la definitiva. Ni muchas de las cosas que cuenta su abuela Cira un miércoles de diciembre, antes del estreno, sentada en un sofá del apartamento de Barraza: “Fernando no hubiera existido, nos decían que el embarazo no iba a prosperar”.
En ese momento Cira tenía 41 años y su hija Yazualiz, la mamá de Fernando, 15. Cira tuvo cinco hijos y maridos tan mujeriegos y desentendidos que no le quedó otra que trabajar sin parar —en construcción, planchando, peinando, pintando uñas—. El primero fue cuando era menor de edad, con un hombre de 27 años que le llevaba 12. A Yazualiz le pasó igual: parió a Fernando a los 15, tras un embarazo de riesgo. Cira llevó al bebé a vivir con ella a El Chorrillo, donde el peligro volvió a rozarlos cuando quedaron en el medio de una balacera. Enseguida se mudaron a un cuartito en Calle 13, en San Felipe. Fernando fue a la escuela, a fundaciones como Calicanto y Enlaces y pateó bolas hasta que lo eligieron para Plaza Catedral.
“Él estaba feliz —dice Cira—. Salía a las 6 de la mañana a su escuela sin dormir por estar grabando y me decía ‘abuela, ellos tan prity, ellos me animan abuela, yo estoy bien, ellos me quieren’.”.

Cira de la Rosa Rodríguez, en el apartamento en el barrio de multis, policías y polvo que es Barraza. | Foto: Risseth Yanguez.
Hay videos en los que eso se nota. En uno Fernando está en una terraza de Casco Viejo, parado en el centro de una ronda de compañeros con una camisa roja, moño negro y con Ilse de frente. Mira a Ilse con cara de juguetería, la invita a seguirle el ritmo extendiendo las manos y luego comienza a tirar unos pasos nacidos de la cruza de Michael Jackson con Chayanne: imposibles de imitar. Era la fiesta de fin de filmación y Fernando era un nervio de viveza y felicidad.
Después de eso, se deprimió. “Se amargó y se la pasaba en su recámara encerrado”, dice Cira.
La gestión pública de la pandemia fue tan atroz que ni a la escuela ni a los parques a patear pelota podía ir. En un páramo donde no hay nada hecho —ni un club, ni una iglesia, ni un centro cultural o un cine o cualquiera de esas cosas que drenen algún tipo de sentido en la comunidad—, empezó a hacer lo único que hay para hacer: rebuscarse el cuara como barbero, enamorarse de una chica más grande, dejarla cuando empezó a salir con un amigo suyo, andar con nuevos amigos, también más grandes. “Yo le decía: Fernando, esos no son tus amigos, se están aprovechando, te van a poner en peligro”, dice Cira, la voz acelerada en un enredo de dolor y rabia.
El día que iba a morir, Fernando pasó la mañana en Curundú desayunando un arroz que la mamá de un amigo le recalentó. Después, vaya a saber por qué, fue a San Miguelito, donde una ráfaga de balas lo acribilló. Fue encontrado tirado a un costado de un taxi, el suéter negro y el pantalón blanco empapados en sangre.
Los periódicos publicaron la noticia en las secciones de farándula: “Joven actor y promesa del cine panameño es asesinado en Torrijos Carter”. “Estoy muy triste y conmocionado”, escribió Benaim en su cuenta de Instagram. “Para sacudirse el dolor, la impotencia y la rabia queda honrar la vida. Honrar la vida de nuestro hermoso “ Chief”, decir su nombre, invitarles a conocerlo y recordarlo”, dijo la actriz Ilse Salas en la suya.
En la película, Fernando es Chief, un niño con modos de adulto que también creció en ese universo de abandono y rebusques, pero distinto. Mientras Fernando era pura potencia, baile y chiste, Chief es una furia que grita auxilio.
Plaza Catedral es sobre el encuentro imposible entre él y otra persona atravesada por la pérdida: una mujer rica, triste y sola. Sobre todo, más que nada, en una película que hace que el espectador se incomode y piense: “Soy un robot desconectado y desagradable”.
“Cientos de jóvenes en América Latina viven anónimos y se van anónimamente, pues la violencia en la que crecen se ha normalizado”, dice Benaim, reconociendo que la tragedia irrumpió con un nuevo giro en su historia: “En un principio la idea no era tal cual hacer una denuncia social, ni con tonos activistas, pero ahora tiene esas dimensiones”.
En Panamá, los niños, niñas y adolescentes no cuentan: el Estado no los registra, no hay estadísticas ni estudios sobre infancia. Tampoco programas para frenar los homicidios, la principal causa de muerte entre los menores de 25 años. Durante la pandemia fue peor: nada de escuela, nada de deporte, y a formarse atrás en la fila para vacunarse. Contra todo, Fernando tenía esperanza.
“Él me decía: yo voy a ser pastor, artista, bailarín y futbolista”, cuenta Cira. Tu sabes abuela, decía, tu nieto guapo te va a mantener abuela, tu no vas a tener que trabajar pa nadie.
En el Festival Internacional de Cine de Guadalajara a Fernando le dieron el premio de Mejor Actor. “Brillante y enérgico”, lo definió la revista británica especializada en cine Screen Daily. Plaza Catedral está en carrera para los Oscar 2022 y ganó el premio del público en el IFF. “Es una película loable por su análisis inteligente y sereno de la crueldad e hipocresía de la sociedad panameña”, publicó Screen Daily.
Cira le cuenta estas cosas a su nieto en los sueños. En el estreno de la película en el IFF de Panamá, subió al escenario y, con la potencia de un gancho a la mandíbula, contó el encargo que Fernando le hizo en uno: “Te doy un mensaje en nombre de los jóvenes de barrios bajos, a quienes no conocen ni por su nombre ni por su talento. Así como yo salí de Santa Ana, San Felipe y El Chorrillo, donde no hay una bola de fútbol pero hay talento, hay otros jóvenes talentosos. Métanse en los barrios a buscar a esos jóvenes para que no mueran como yo”.
*Plaza Catedral estará en salas de cine de Panamá desde el 9 al 15 de diciembre de 2021.
About the author
Periodista y editora, Sol es co-fundadora de Concolón y miembro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). Dirigió los especiales Duelo. Memorias de la Invasión y Panamá Files. Antes de eso, trabajó en medios de España, Colombia, Argentina y Panamá, y publicó en otros como The New York Times, Harpers Magazine e IICIJ (EEUU), El País (España), El Faro (El Salvador), Soho (Colombia), Revista Anfibia (Argentina), entre otros. Escribió la novela gráfica Duelo y participó en los en libros como 'Los Malos' (2015), 'Un mundo lleno de futuro' (2017) y 'Perdimos' (2019). Sesuda como pocas, dice que como le preocupa mucho más la investigación que la escritura, las primeras versiones de sus textos siempre son un caos insufrible y también infumable. Aquí, su última historia para Concolón.